Cecil B. DeMented

lunes, marzo 20, 2006

Latidos II

Si estrello las suaves ropas de mi cama contra la pared, es indudable que los habitantes del departamento contiguo no verán perturbado en grado mínimo siquiera su descanso. Pero supongamos que no, que en lugar de un golpe provocado por almohadas y sábanas hubiera uno patrocinado por la mesa de luz con todos sus cachivaches —reloj, cenicero, libros diversos, llaves y zapatos agitadores—. Ni aun así habría alteraciones. Luego del consabido sobresalto, producto de tal súbita explosión en lo profundo de la noche, todo escucha retornaría sin reparos a su templado mundo horizontal de colchón apelando a ese extraño y mudo acuerdo contraído consigo mismo que en sus cláusulas principales habla de los beneficios de no inmiscuirse en los vericuetos de la existencia ajena.
Si estrello los cobertores de mi cama —cobertores en este contexto resulta una palabra superlativa, (a los efectos del juego de calificaciones) tanto como que es la única adecuada para denominar la suntuosa estupidez de condiciones que acumulan las frazadas en horas de insomnio—. Como decía; si estrello los cobertores de mi cama lo hago enjaulada en la impotencia producida por no hallar un objeto de mayor contundencia que transmita la veraz magnitud de mi desasosiego. Acepto que la mesa de luz sería un paliativo harto eficaz para cerrar el círculo de esta disquisición ociosa, pero no haría más que enfrentarme a otro callejón cerrado por un derroche energético no muy grato y la fea constatación de los aullidos momentáneos del vecino, que seguramente a pesar de lo que yo piense se va a molestar y esto acarreará consecuencias lesivas para mi imagen esmeradamente respetuosa de los derechos del prójimo, y no quiero. Tengo que fabricarme alguna urgencia, no todo tiene por qué ser tan laxo. Entonces descubro una cálida fantasía: debido a lo reiterado de esta situación ha comenzado a cobrar fuerza alrededor de mi cerebro un proyecto casi municipal de barrido y recolección de residuos de anécdotas, experimentos, fechas y otras minucias, cada paso andado o reversible, temperatura ambiente, etcéteras y su ulterior y prolija fijación en un diario. Y ya que tengo tiempo de sobra experimentaré futurológicamente sobre él. Las primeras palabras de violencia creativa que escriba, aunque luego se conviertan en monotonía, serán: "Querido Diario". Y de inmediato: Sos una mierda cursi. El número exuberante de epítetos medianamente groseros que se me ocurren y que puedo adherirte evacuan despavoridos mi cabeza debido a la presión ejercida por la avidez neurótica con la cual los agolpo, empujándolos para que cumplan su función adjetiva a tu lado aun antes de haberte escrito. Me doblego ante esta situación y no teniendo otra opción de similar atractivo contraigo un profundo ataque de náuseas suscitado por el hecho de garabatearte. Así que siguiendo la evolución natural de mis ideas te designo improcedente, insufrible e impracticable y no te inscribo más. Esto significa, a todas luces, un fracaso estrepitoso. Estrépito sí, pero en una orgullosa ostentación de mis inmaculadas dotes de ciudadana ejemplar, tratando siempre de no alterar el sueño ajeno.

martes, marzo 07, 2006

Las aventuras de Leticia y Natalia

Para Leticia, mi dipsómana Soror.


Festival Konex en Carlos Keen o (V).

Día extremadamente caluroso... Carlos Keen es un pueblo solitario, semejante al de “En las fauces de la locura” de John Carpenter. El vodka H. W. viene siendo nuestra bebida frecuente en los últimos tiempos, hasta el punto de haberla ingerido en una gelatina de frambuesa de muy cándido aspecto. No pudimos dejarla de lado en esta oportunidad en que íbamos dispuestas a disfrutar de la música. Una botella de 510 ml -que originalmente contenía agua mineral- fue una buena estrategia para que nuestra acompañante de aventuras no se quedara en casa.
Natalia la cargó con cara de satisfacción y embargada de un sentimiento tan contradictorio como su alma. Por un lado era un acto de ternura, por otro, uno de villanía (como Treplev matando una gaviota).
Así viajó con nosotras, quienes la protegimos como a un hijo a quien le habían vedado la entrada y luchamos por su derecho de admisión con fructíferos resultados.
Para entrar a disfrutar de la Pequeña orquesta R. tuvimos que tolerar circunstancias inusitadas...¡Qué vergüenza! ¡Qué manera de manosearnos la de esas ávidas -¿adoradoras de Safo?- con la excusa de que era su trabajo! ¡Qué vergüenza! Es inaceptable que ni siquiera en ese punto seamos respetadas: elegir, por lo menos, si el asedio corporal será perpetrado por una mano velluda... ¿Acaso es esto muy pretencioso?
La respuesta es rotundamente afirmativa. En un contexto de represión tal, es completamente ilusorio pensar en la posibilidad de elección.
Fue Leticia quien reparó en que había tantos agentes policiales como público. Ella, la primera irritada por las medidas sumamente obsoletas adoptadas por la Municipalidad del pueblo fantasma.
Natalia, por cierto, es muy afecta a indignarse. Sin embargo, y gracias a ese ¿don?... que... ¿la naturaleza?... le confirió, comúnmente llamado despiste (que en realidad es una cuestión de más profundidad en la que quizás ahondemos más adelante) no llega a advertir todo lo que la encolerizaría.
Leticia tomó la pequeña libreta y cumplió una brillante labor de taquígrafa. De aquella escritura, tan difícil de descifrar como la lineal B, se captan criaturas, caricaturas, palabras...
-Natalia: El alcohol me aplacó más. Ellos son los violadores. ¿Y nosotras no? Por una cuestión práctica. Uno puede abusar... No sé si necesito otro falgos ¡y vos me estás desgrabando! Y eso que hoy más o menos pude decir cosas que no digo borracha. La naturaleza influenció. La naturaleza al apropiarse del vodka me dicta*. La tierra se portó bien. Yo le di y ella me devuelve, me dicta. Charly se debe estar drogando de manera sobrehumana. ¿Aparecerá duro? ¿O como la vaca rígida de costado? ¡Qué fea imagen! Nadie se dio cuenta. ¿La habrán llevado para enterrarla y darle su funeral? ¿Por qué se habrá muerto? ¿Sobredosis? ¿Le dio muerte súbita? La vaca sabía que se iba a morir. Esa pose no era de vaca que ignoraba que iba a morir. Por algo se echó... ¿Quién morirá como vaca? El azul es color que representa la inmovilidad y la eternidad. Olga vestía de azul. Las otras dos hermanas vestían de negro y blanco. Azul era inmóvil pero eterno. No sé por qué decía eso... Será porque la vaca era blanca y negra y las luces son violetas ahora...

* Refiriéndose a un vaso, cuyo contenido al caerse fue absorbido por la tierra.

"La soledad únicamente se soporta estando sobrio, sólo es bella y contiene al hombre como en el centro de una perla negra, si se está sobrio, en cambio, el mundo, que repentinamente había derivado desde una redonda transparencia con azules flores de campanilla a la forma algo arbitraria de una escupidera cuyo contenido venía a ser la Civilización, y sobre todo ciertos borrachos, y sobre todo ciertos escritores borrachos (excepto los muertos venerables), en cambio el mundo no puede ser soportado con menos de medio litro de whisky bajo la camiseta, pensó Esteban como si cantara en medio de un incendio, imagen que estuvo a punto de revelarle una teoría general y algo catastrófica sobre el destino de la cultura occidental, y sobre el arte, esa borrachera de la cultura, y sobre sí mismo como una especie de cordero borracho inmolado por amor a la sobriedad, al equilibrio y a las flores azules..."
Abelardo Castillo