Cecil B. DeMented

martes, abril 18, 2006

La bella y graciosa moza marchóse a lavar la ropa, la mojó en el arroyuelo y cantando la lavó, la mojó sobre una piedra, la colgó de un abedul

He vencido la desidia (por un rato, ¡eh!) y podría decirse que la vaca tuvo que ver en este logro. Aquel animal nos condujo de manera insospechada a “Les Luthiers”. Pueden constatar este acontecimiento en los comentarios de “Las aventuras de Leticia y Natalia” o no, y simplemente disfrutar de la lectura recordando (o no) tan gracioso espectáculo, que me retrotrae a la infancia, cuando lo representábamos con mis amigas R., S., R. y M...
Pido disculpas a mis lectores, ya que creo, por el hecho de no haber aparecido una nueva entrada desde el mes pasado, que debo estar defraudándolos. Especialmente a Gabriel de “días y días” quien bondadosamente me alentó a retomar mi actividad. Asimismo, me excuso por no ofrecer en esta oportunidad líneas optimistas y plenas de alegría, las cuales caracterizan este espacio... Es que... mi espíritu está de huelga... Hasta la próxima.


El presente recital del conjunto de instrumentos informales Les Luthiers está totalmente integrado por obras del célebre compositor Johann Sebastian Mastropiero. Mastropiero era muy amigo de la duquesa de Lowbridge, mujer madura cuyos encantos no habían disminuido con los años: habían desaparecido. Mastropiero fingía ardorosa pasión por la duquesa, pero, a sus espaldas, le hacía la corte a su hija, Genoveva; de esta manera, siempre podía ingresar en el castillo y frecuentar a su nieta, Matilde. Semejante juego de simulacros galantes daba excelentes resultados; no era la primera vez que este sistema era utilizado... por las tres mujeres. La duquesa de Lowbridge era la presidenta de la Asociación Protectora de la Música Antigua, y en tal carácter encomendó a Mastropiero la composición de un madrigal para voces e instrumentos sobre alguna leyenda popular. Johann Sebastian comenzó entonces a indagar en las historias que se contaban en la aldea vecina al castillo. Conoció así la terrible leyenda del perro de un convento de carmelitas.. decía... conoció así la terrible leyenda del perro de un convento de carmelitas, que en las noches de luna llena se convertía... en hombre. O también la dolorosa leyenda del séptimo hijo varón de un pastor protestante, que en las noches de luna llena se convertía... al budismo. Por fin, Mastropiero decidió componer su madrigal sobre la simple historia de la moza que luego de lavar la ropa en el arroyuelo marcha al mercado, donde un pastor ofrece en venta una oveja. Pese a que la ve muy flaca, la muchacha decide comprarla. A la entrada del bosque, la oveja intenta huir, pero la niña la retiene. Luego, llega un esbelto jinete que se enamora de ella, (de la niña). La moza, tímida, no se atreve a responder a su galanteo. Por último, el jinete se marcha, y la muchacha se queda triste, añorándolo. Mastro... Mastropiero, en un principio, bautizó su madrigal, como era costumbre, con el primer verso del poema, lo llamó “La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa”; pero luego, la longitud de este primer verso le pareció inadecuada para un título, de modo que rebautizó a su madrigal, lo llamó “La bella y graciosa moza marchóse a lavar la ropa, la mojó en el arroyuelo, y cantando la lavó, la frotó sobre una piedra, la colgó de un abedul”. Precisamente, Les Luthiers inician su recital de esta noche, interpretando, de Johann Sebastian Mastropiero... bueno... “La bella y graciosa... bss, bss... la colgó de un abedul”

La bella y graciosa moza marchóse a lavar la ropa,
la mojó, la mojó, la mojó en el arroyuelo,
y cantando la lavó.
La frotó sobre una piedra, la colgó de un abedul.
Falalalá

Después de lavar la ropa, la niña se fue al mercado;
un pastor, un pastor, un pastor vendía ovejas,
pregonando a viva voz:
"¡Ved qué oveja, ved qué lana,
ved qué bestia, qué animal!"

Falalalá

La niña la vio muy flaca,
sin embargo le gustó:
"Yo te pago veinte escudos,
y no discutamos más !"

Falalalá

Vuelve la niña cantando,
muy contenta con su oveja.
Cuando llegaron al bosque
la ovejita se escapó.
La niña desesperada,
arrojóse encima de ella;
velozmente y con destreza,
aferróla por detrás.

Falalalá

Llegaba por el camino
jinete de altivo porte.
Descendió, descendió,
descendió de su caballo,
y a la niña le cantó:
"Yo te pago veinte escudos,
y no discutamos más"

Falalalá

La niña ruborizada
tan sólo entornó sus ojos.
El jinete, el jinete,
el jinete enamorado,
dulcemente se acercó,
la mojó en el arroyuelo,
y cantando la lavó.

Falalalá

La niña alejóse un paso,
y el jinete tan audaz,
arrojóse encima de ella,
y aferróla por detrás.

Falalalá

Viendo a la moza temblando,
la frotó sobre una piedra.

Falalalá

Cuando ya estaba por irse,
la colgó de un abedul.

No, no, no, no

Con dolor la niña canta:
"¡Ved qué bestia, qué animal!"

Falalalá

Y parece estar muy triste,
sin embargo le gustó.

Falalalá